martes, 22 de marzo de 2011

Una sociedad en peligro

Francisco Cuamea

Texto publicado en el Semanario Ríodoce, semana 20-26 de marzo de 2011

Las imágenes se daban una detrás de otra a los ojos de Jeanette Erazo-Heufelder: los vendedólares en la Juárez, los autos lujosos en las calles y exhibidores, los narcocorridos, las residencias exuberantes, los mausoleos ostentosos en el panteón Jardines del Humaya, el esfuerzo por subsistir en Badiraguato.

El movimiento cotidiano de Culiacán se mostró desnudo ante la autora alemana, quien realizó una estancia en la ciudad como parte de su recorrido por algunos puntos del país, como Ciudad Juárez, para la redacción de su nuevo libro en el que abordará la realidad detrás de las cifras sobre la situación de conflicto vivida por el narcotráfico.

Unas de sus conclusiones refieren temas que poco se discuten en los círculos académicos, periodísticos o políticos locales.

La pérdida de libertad de los ciudadanos ante el poder de quienes pertenecen al crimen organizado, la motivación económica de la clase media desvinculada a su vocación profesional y el riesgo de ser una sociedad que consume pero no produce.

“Veo una sociedad en peligro, veo que la sociedad no puede vivir los derechos que tiene”, advierte la autora de temas latinoamericanos desde hace diez años.

La ley del más fuerte


Quizá uno de los puntos de la ciudad que describieron a Erazo una imagen de la sociedad fue el bulevar Sinaloa, en la colonia Las Quintas.

Ahí, la autora, quien convivió con Fidel Castro para el libro biográfico del dictador cubano, vio Audis, Mercedes Benz, camionetas Lobo, Hummers, entre otros vehículos, a exceso de velocidad, con narcocorridos reproducidos en potentes equipos de sonido y, sobre todo, conducidos por personas muy jóvenes. Lo que no vio fue acciones de las autoridades.

“Ese exceso en la avenida Sinaloa y esa mezcla de la palabra libertad con ruido”, dice.

—¿Cómo comprendes eso?
—La libertad de uno tiene que respetar la libertad del otro. En esa avenida esa libertad no se respeta, es la regla de la fuerza del más poderoso. Y eso se ve en la calle que los coches se quedan en la mitad de la calle y los de atrás que quieren pasar ni suenan el claxon porque tienen miedo de que alguien va a salir y va a mostrar que es el más fuerte.

Antropóloga y también documentalista, observó en la manera de vivir de Culiacán que hay gente muy presionada, que a pesar de la generosidad y ganas de vivir, está en una forma de cárcel, “los departamentos son en cárceles”.

“Si por ejemplo quieres viajar a un pueblo como Badiraguato uno hace una estrategia casi militar antes, cada uno tiene un mapa en su cabeza, dónde puedo moverme y dónde no, y las áreas donde no puedes moverte empiezan a 20 kilómetros fuera de la ciudad”, expresa.

“Y eso no es libertad, eso es adaptarse a las reglas que alguien hizo. Eso es ya una sociedad viviendo en una situación de excepción, excepcional”.

—¿Cómo percibiste la libertad en esta ciudad?
—La libertad personal en el sentido de que puedes hacer una fiesta con mucho ruido, eso claro que es parte de la mentalidad. Pero la libertad de que tú puedes hacer una denuncia en el momento de que tú sientes tocada tu propia libertad, yo pienso que mucha gente no lo hace por miedo.

Eso significa que la sociedad civil no es libre, tiene miedo.

Erazo piensa que una sociedad que desconfía en el servidor público tampoco es libre, porque para ello el Gobierno tiene que contar con credibilidad.

“Si ves que el Gobierno te deja solo, tienes que arreglar por tu propia cuenta (los problemas) y no estás libre, porque no puedes tomar la responsabilidad para todas las cosas que están sucediendo”, anota.

“Veo una sociedad en peligro, veo que la sociedad no puede vivir los derechos que tiene”.

—¿Cuáles son las consecuencias para una sociedad donde manda el más fuerte?
—Tú pierdes tus derechos ciudadanos, es volver a un siglo pasado. El más fuerte, si es bueno o malo, puede repartir sus riquezas contigo o no, y tú tienes que dejar tu cerebro aparte porque en el momento en que empiezas a pensar tu situación estás tan frustrado que no es más posible vivir porque te sientes igual, porque manda el más fuerte no manda la ley, el derecho.

El consumo como aspiración


La riqueza no se oculta y eso fue algo que notó en Culiacán la directora del documental Rigoberta Menchú en 1997.

Siendo alemana, los autos de manufactura de ese país llamaron su atención.

“Vi muchos coches alemanes, últimos modelos, y me daba cuenta de que vivimos en el mismo mundo, en el mundo consumista. Me impactó mucho ver toda esa riqueza en esta ciudad. La riqueza superficial, los coches grandes, los fraccionamientos ricos, eso es algo que se ve seguidamente en la ciudad. Es una ciudad muy moderna, muy basada en el consumo”, describe.

Otro dato que contrasta es el comparativo de las principales actividades económicas del estado. Al darse cuenta que el comercio y servicios son las actividades que más aportan a la economía local, concluye que en esta sociedad priva el consumo, el gasto, no la producción.

De los datos el Instituto Nacional de Estadística y Geografía se desprende que el 70 por ciento del Producto Interno Bruto sinaloense se constituye con las aportaciones del sector terciario, es decir, comercio y servicios, lo cual es básicamente la tendencia nacional.

La actividad primaria, en la que se incluye la agricultura, aporta apenas el 13 por ciento.

“Yo me pregunté cuál es la industria de esta ciudad, sé que tradicionalmente es la agricultura, pero en Culiacán, qué se produce. Por eso pregunté, qué se produce aquí, porque uno está pensando, obviamente hay todo ese dinero, la gente tiene trabajo, pero qué se produce. Es puro comercio, es que no se produce, se gasta. Se gasta dinero, el dinero que es ganado es muchas veces conectado, muy probablemente con el sector ilícito”, reflexiona.

—Como antropóloga, ¿cómo interpretas que sea una ciudad que no produce sino que consume?
—Yo pienso que esta sociedad está muy en peligro por todo este consumo que basa en dinero, pero el dinero no es conectado con una profesión con una carrera profesional, es el puro dinero, eso es algo muy peligroso porque la atracción del dinero sin el pensamiento de que el dinero uno tiene que ganárselo con una profesión y tú tienes que invertir en una carrera profesional eso es algo que atrae la criminalidad. Pero no es solamente Culiacán, es de todo el mundo, solamente que nosotros estamos mejor protegidos.

—Nos decías que en Alemania pasa algo similar…
—La diferencia es el concepto de la clase media. Es una clase que se define por sus profesiones, por ser médico, profesor, abogado, especialista tecnológico, pero me doy cuenta de que aquí se usa el concepto en el sentido de que la clase media es la clase con capacidad económica, es decir, que no es conectado con una profesión. No la clase media donde nacen los profesores, los médicos, gente que está interesada en su profesión.

La doble moral de Alemania

Jeanette busca la conexión de sociedades como la de Culiacán o Ciudad Juárez con su natal Alemania.

Una de ellas la encontró en Cuauhtémoc, Chihuahua, al conocer la comunidad menonita. Pero otra la halló sobre los engranajes de las maquilas y de los automotores.

“Yo busco siempre la conexión con Alemania, con nosotros, en Ciudad Juárez lo veo en las empresas alemanas que hay, en las maquiladoras alemanas como Siemens, como Boch, y yo sé que todos trabajan con las normas que dicen las leyes (mexicanas), pero las leyes son tan malas para la gente; ganando 600 pesos a la semana es algo que es muy malo”, observa.

“He escuchado que BMW estaba en Hermosillo y cambió a Culiacán porque aquí es donde la gente tiene el dinero, es una doble moral, nosotros también somos tocados por este problema, porque en el momento que entra la economía, (en) los derechos humanos y la ética cerramos los ojos”.

—¿Los alemanes viven una doble moral porque sus empresas estarían recibiendo dinero ilícito?
—Uno piensa, uno tendría que llegar hasta allá. Pero hay gente que dice que la economía no tiene moral, la economía no tiene la culpa, son los actores humanos los que lo hacen; tenemos que vender, un país como Alemania depende de la exportación, pero yo me daba cuenta de que estamos colaborando con la fuente ilegal. ¿Quién se puede comprar un coche de alta clase, un BMW que cuesta 100 mil euros o más?


Atraída por Latinoamérica

Jeanette Erazo-Heufelder

Antropóloga y documentalista alemana.
Autora de temas latinoamericanos desde hace 10 años.
Autora de la biografía de Gloria Cuartas, alcaldesa por la paz colombiana nombrada por la Unesco.
Biografía de Fidel Castro en 1995.
Biografía sobre la Habana, la vida cultural antes de la Revolución.
El Rey de la Esmeralda, sobre Víctor Carranza, propietario de minas de esmeralda en Colombia.

FRASE


“La atracción del dinero sin el pensamiento de que el dinero uno tiene que ganárselo con una profesión y tú tienes que invertir en una carrera profesional eso es algo que atrae la criminalidad”.
—Jeanette Erazo-Heufelder. Autora, antropóloga y documentalista alemana.


El choque equivocado


Martín Durán


Les prometió a sus hermanas llevarlas a desayunar. “Espérenme aquí, voy a cobrar un cheque que me deben y las voy a llevar a todas a desayunar”, les dijo con emoción, ante la incredulidad de ellas que creyeron que era un gasto innecesario.

Carlos De la Mora Reyes, con sus 44 años encima, tomó la camioneta Nissan color gris que le había comprado a un sobrino suyo tiempo atrás, y marchó de la colonia Miguel Hidalgo, en la vieja casa de sus padres fallecidos, para ir a cobrar el dinero que le debían.

“Pero al rato avisaron que lo habían matado”, comenta un hermano de la víctima. Su cuerpo, reportaron las notas periodísticas, quedó a un lado de la banqueta del carril de poniente a oriente, sobre el Paseo Niños Héroes, el Malecón Viejo de los tormentos.

La historia primera


La historia a dos tiempos. El primero donde el hombre de familia trataba de adquirir un nuevo tráiler para empezar a mover sorgo en las próximas cosechas, el que se ocupaba de tiempo completo a su hijo de 16 años que padece de autismo, y el que 17 días atrás había terminado de quedar huérfano al sepultar a su padre, cuyo corazón se detuvo un domingo en la madrugada, en aquella casa de la Hidalgo en la que creció toda la vida.

En ese tiempo estaba el Carlos juguetón con la familia. “Era un excelente hermano, no tenía problemas con nadie, aquí puedes preguntar a cualquiera”, refiere el mayor de ellos, cuando habla con Ríodoce.

Cubre sus ojos con unos lentes oscuros, pero al mencionar el tamaño del drama desencadenado, se le alcanza a notar el asomo de las lágrimas, con una voz que se quiebra, mientras dice que vivía para su familia.

Los 40 grados anunciados por el meteorológico se manifiestan en la calle, en la estrecha sala que ocupa el féretro y las coronas, los llantos silenciosos que humedecen los rezos en el ámbito oloroso a flores.

Es también la calle Cecilia Sadi, de la Miguel Hidalgo, la que no deja de calentar, aun bajo el toldo que trajo la funeraria para aguantar la pesadilla de la muerte. “Eso seguirá pasando mientras no se acabe toda esta cochinada”, suelta un amigo que acudió a dar el pésame a la familia.

“No sabes con quién te metes”


El segundo tiempo, el de su muerte, el que da cuenta que en Sinaloa no es solo el lugar y la hora equivocada, sino el accidente innecesario, el que lleva al delincuente a desenfundar el arma y dispararle al que se equivocó de camino.

Relatado por un testigo, los hechos ocurrieron poco después de las 9 de la mañana del jueves 17 de marzo.

Iba en su vehículo por el Paseo Niños Héroes cuando un automóvil Corolla color blanco le pasó a alta velocidad. No solo lo rebasó, sino que se le atravesó por lo que tuvo que frenar. Lo hizo de manera molesta, pero al final siguió manejando.

Frente al edificio de Caminos y Puentes, metros antes de pasar debajo del puente Morelos, vio que se impactó contra una camioneta gris. “Fue el Corolla el que le pegó”, comenta el conductor que al contar la historia, pidió que no se anotara su nombre.

El joven, no menor de 25 años, de tez morena, se bajó fúrico de su automóvil a encarar a De la Mora. Le reclamó el choque.

“Pinche carro, lo acabo de comprar”, le gritó a Carlos, cuyo vehículo nada más sufrió una ligera abolladura. De la Mora le alegó que no fue su culpa, pero el desconocido, sacando una pistola de entre sus ropas, le dijo en pleno rostro: “¡No sabes con quién te estás metiendo!”.

Disparó al suelo en un par de ocasiones, ante las decenas de automovilistas que circulaban por esa zona. De la Mora, aterrado, trató de escapar, aprovechando que el agresor se dio media vuelta, pero en eso le disparó, ahora hiriéndolo.

De la Mora, malherido, continuó el escape, tratando de alejarse hacia el carril contrario, sin que nadie lo auxiliara, ninguna pinche patrulla por el lugar.

Pero el hombre no solo se conformó con eso, y mientras Carlos caminaba hacia su salvación, el agresor fue detrás de él, a rematarlo, antes de poner un pie en la banqueta, al pie del edificio más grande del malecón. El lago hemático que dibujó sobre el asfalto, fue una mancha infame que barrió con su familia.

La Policía llegó más tarde, hizo su circo, cerró las vialidades, impidió el paso a los curiosos con una cinta amarilla que por la ciudad se multiplica en kilómetros mortuorios… y contó casquillos: ocho de .380, consignaron los medios.

Y ya nadie, ni el testigo que con asombro contó la historia, supo por dónde marchó el asesino que con tranquilidad, gozando de la impunidad en la ciudad del miedo, desapareció.

 
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