lunes, 18 de abril de 2011

Sociedad y Violencia: ¿Y la Iglesia, qué?

Francisco Cuamea

Texto publicado en el Semanario Ríodoce edición 17-23 de abril

Demasiada tinta se ha impreso en los últimos años sobre el rol del gobierno y de la sociedad ante el narcotráfico, pero ¿y la Iglesia, qué?

En el ambiente que han creado las empresas criminales, ¿cuál es el papel de la institución con el mayor número de creyentes en Sinaloa, México y el mundo?

Pocos son los sacerdotes que hablan del tema abiertamente y Antonio Díaz Fonseca es uno de ellos.

Desde su oficina en la parroquia Cristo Rey en Los Mochis, el amigo del finado Obispo Samuel Ruiz y a quien le antecede una trayectoria y visión humanistas, hace un balance crítico de la Iglesia, de la sociedad y del gobierno frente a la inseguridad, la violencia y el crecimiento de las organizaciones mafiosas.

“¿Y la iglesia, qué? ¿Somos testigos nada más, o al final de cuentas nosotros también somos cómplices?”, se cuestiona el padre.

“Porque uno peca por pensamiento, por palabra, por obra, y por omisión también, entonces, ¿somos una Iglesia omisa?”

“Tenemos que decir: estamos en contra del narco”

Desde que se ordenó en la década de los 70, Antonio Díaz Fonseca ha sido testigo del fenómeno violento, ya sea cuando escuchaba las balaceras alrededor del Seminario, antes colindante con Tierra Blanca, o cuando tuvo su primer “trabajo” en 1973 y 1974, en Tameapa, Badiraguato.

También cuando regresó a Culiacán, después se fue a La Palma, Navolato, en los tiempos del auge de los Carrillo, y ahora en Los Mochis, donde un día matan a mujeres, el otro patrullan las calles comandos armados, o al siguiente cuando encuentran fosas con 13 cadáveres cerca de la ciudad.

Así, el padre Díaz Fonseca ha ido haciendo una memoria crítica de la situación. Fundador junto con Mercedes Murillo del Frente Cívico Sinaloense, reflexiona: “No es ni nada más Badiraguato, ni nada más Tierra Blanca, ni nada más Culiacán… al final de cuentas las cosas son como los árboles, los árboles crecen y se van ramificando, así ha sido el problema de la violencia en Sinaloa”, observa.

Entonces, nosotros no hemos sabido enfrentar eso como sociedad, nos hemos sentido que estamos al margen, pero no es cierto porque muchos negocios de Sinaloa son lavaderos y muchos políticos de Sinaloa finalmente también son parte de la cultura del narco, están permeados de eso”.

A pesar de que la sociedad se escandalice, comenta, las personas involucradas en las empresas criminales no son “marcianas”, nacieron, crecieron y se desarrollaron en Sinaloa.

El fenómeno mafioso ha ido permeando, ha ido avanzando y “nos vamos acostumbrando a ser una sociedad narcotizada”.

“Ahorita ya podemos hablar que hay una cultura del narcotráfico y hay una cultura permeada de violencia, entonces, ahí es donde yo hago mi reflexión como sociedad, de que somos una sociedad permisiva y cómplice”, cuestiona.

“Pero al mismo tiempo hago mi reflexión eclesial, ¿y la Iglesia, qué? ¿Somos testigos nada más o al final de cuentas nosotros también somos cómplices?

Porque uno peca por pensamiento, por palabra, por obra y por omisión también, entonces, ¿somos una Iglesia omisa?

-¿Cuál ha sido el papel de la iglesia en Sinaloa (ante la violencia)?

-Si lo ponemos como Iglesia que entendamos que es de todos los cristianos no nada más de los sacerdotes, sí tenemos que replantearnos nuestros métodos de evangelización. El Papa Juan Pablo II ya hablaba de una nueva evangelización.

El simple hecho de que se bautice, de que se confirme, que reciba los sacramentos de la Iglesia, eso no garantiza, eso es hacer cristianos por costumbre, por tradición, tenemos cristianos sociológicos, pero no cristianos convertidos.

-En cuanto a los jerarcas de la Iglesia, ¿cuál ha sido su papel con relación a la violencia?

-Igual que tú ves a un maestro, igual que tú ves a un policía, igual que tú ves a un comerciante. ¿Qué es lo que hace, que siempre ha hecho? Un maestro dice yo vengo a dar mi clase, y ya nada más, cumplo con dar mi clase. Entonces, nos hemos dedicado nosotros a cumplir. ¿Cuál es mi deber? Bautizar, confesar, casar, celebrar misas, entonces, somos sacerdotes de cumplimiento; cumplo y miento, las dos cosas. Somos muy tradicionales y no nos queremos salir del librito.

-El historiador italiano Giuseppe Carlo Marino (catedrático de la Universidad de Palermo y profesor de Historia Contemporánea) encuentra en la historia de la mafia siciliana que la Iglesia fue el catalizador para que los valores de la mafia fueran aceptados e inculcados en la sociedad, ¿en Sinaloa y México la Iglesia ha sido un punto de unión entre la mafia y la sociedad?

-No me atrevería yo a decir eso. ¿Ha habido algunos padres ligados al narco? Sí, pero no es toda la jerarquía. Incluso, habemos sacerdotes que nunca hemos visto bien esas relaciones cercanas con la mafia.

Pero qué haces tú, por ejemplo, que te vas a trabajar a Badiraguato en donde ves que casi toda la gente de una u otra manera está ligada.

El padre Antonio Díaz Fonseca observa miedo en la gente y usa una expresión muy recurrida para ilustrarlo: “con el gobierno no se puede”. Es decir, al igual que cuando los ciudadanos temen enfrentar alguna decisión de la autoridad, también temen contrariar la delincuencia organizada.

“Ellos también de alguna manera u otra son autoridad, tienen poder… pues muchos sacerdotes también (tienen miedo). Vale más estar bien con el gobierno, vale más estar bien con el que maneja aquí el atole”, expresa.

“Finalmente nosotros como Iglesia tenemos que decir: nosotros estamos en contra del narco, pero no estamos en contra de las personas. Cristo condena el pecado pero no el pecador. Cristo es muy claro en eso, dice ‘yo no he venido por los sanos, he venido por los enfermos; no he venido por los justos, he venido por los pecadores’”.

Pasar de la sociedad enferma

a la sociedad participativa

En 1973, recién ordenado, estuvo en Tameapa, Badiraguato, zona colindante con Durango. Además de esta sindicatura, su misión abarcaba también las de La Tuna, San José del Llano y San Javier.

Al año siguiente revisó los libros de defunciones del Registro Civil tan solo de San Javier. Encontró que en 1973 murieron 41 personas, 21 de ellas asesinadas.

“La violencia ya existía hace mucho tiempo en Sinaloa, pero lo veíamos muy remoto, en la sierra, en Badiraguato, siempre cuna de lobos, la cuna del narco”, asienta.

Ahora, 38 años después, cuenta en su oficina repleta de libros y discos compactos cómo la violencia lo ha seguido, pues ha sufrido un intento de extorsión, cuatro robos en su parroquia y ha celebrado, en tan solo dos años, al menos 15 misas de jóvenes asesinados y que antes estudiaron catecismo en su templo Cristo Rey.

“Nosotros tenemos que decir: aquí tenemos una sociedad enferma, unos por comisión, otros por omisión y otros por acción y lo que sea, pero es una sociedad enferma. Necesitamos sanar”, advierte.

“Pero qué se necesita para que un enfermo sane, pues lo primero es que acepte que está enfermo. Tenemos que tener conciencia de que esta sociedad hace mucho tiempo está contaminada y necesitamos sanar”.

Para aliviarse, ve la posible respuesta en la conformación de una alianza social.

-¿Ve signos para esta posible alianza?

-Todavía no

-¿Cuáles serían esos signos?

-Una sociedad más participativa.

-¿Pero vota?

-Vota pero no basta. Te digo, se bautizan pero no basta. Tenemos que entender que hay cosas que se hacen y que están bien, pero no basta. Se necesita que la gente vaya cambiando de mentalidad.

Los ciudadanos somos los responsables de la ciudad, a las autoridades nosotros las pusimos para que ellas cumplan una función y nosotros como ciudadanos se lo tenemos que exigir y, mientras nosotros no tengamos esa mentalidad de que nosotros los pusimos y nosotros les exigimos a ellos, entonces no hemos cambiado.

Porque luego vamos ante el gobernante como que le vamos a pedir un favor, y al gobernante no se la va a pedir un favor, le vamos a pedir que cumpla. Nosotros le dimos el mandato para que se gobierne y gobierne con las leyes, mientras nosotros no vayamos haciendo esa transformación de mentalidad, y esa es la verdadera transformación cultural, vamos a tener una sociedad en donde todo se compra y se vende, porque el narcotráfico vive de la corrupción, vive de la impunidad y de la permisividad en la que nosotros nos desenvolvemos.

“Yo no me zafo, nosotros la Iglesia también estamos contaminados”.

 
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